|
|
Por
ello, cuando sacamos el barco del agua la primera inspección a la hélice
será para determinar si tiene algún impacto que necesite reparación.
Pero lo que siempre será necesario, tras un buen tiempo de permanencia
del barco en el agua, es la limpieza de la hélice. Como en cualquier
otra parte de la obra viva, el caracolillo y otras incrustaciones bajo
diferentes formas de vida aparecerán originando importantes depósitos
calcáreos que provocan irregularidades en su superficie y por tanto
contribuyen de alguna manera a desequilibrarla, pero sobre todo a crear
una superficie de gran rugosidad lo cual es sinónimo de fuertes
rozamientos o lo que es lo mismo, bajos rendimientos y pérdida de
empuje. |
Tener la hélice muy sucia es como si en un coche rodáramos por una carretera en muy mal estado y llena de baches. Sabemos que una obra viva muy sucia frena notablemente el desplazamiento del barco. Y lo mismo ocurre con la hélice, pues aunque su superficie es mucho menor a la del casco mojado, al girar a mucha velocidad es como si multiplicara su superficie por el número de revoluciones a la que gira. |
|
Para
proteger la hélice de nuestra embarcación podemos colocar un ánodo de
zinc, esto nos ayudara a evitar la corrosión en nuestra hélice. Y ¡Ojo!,
no debemos pintar el ánodo, para eso está, para oxidarse y
sacrificarse en favor del bronce de nuestra preciada hélice. |
Antes de la limpieza |
Después de la limpieza |
|
|